El Viernes Santo,
el Señor nos interroga con dolor por medio de la lirugia de la Iglesia:
"Popule meus, quid feci tibi? Aut in quo contristavi te?
Responde, mihi.
Ego te pavi manna per desertum: et tu me cecidisti alapis et flagellis."
(Pueblo mío! que te hice?
En que te he ofendido? Respóndeme.
Te alimenté con el maná en el desierto,
y tú descargaste sobre mí bofetadas y azotes)
.
Hoy mismo, Jesús nos podría interpelar.
El nos ha dado un nuevo maná como alimento,
que nos fortalece en el nuestro caminar
por el desierto de nuestras vidas:
La Eucaristía, que no viene del cielo, sino que es el Cielo.
Este alimento es el mismo Jesucristo Resucitado,
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
¡Que agradecidos deberemos estar por este grandísimo don!
Todo acto de adoración y veneración al Santísimo Sacramento,
por más solemne y sublime que pueda ser,
es poco para agradecer tanto amor.
Con quedarse en la Eucarístia,
Nuestro Señor se ha humillado más que en toda su Pasión.
¿Y como lo tratamos en el Santo Sacramento?
El siervo de Dios Juan Pablo II dice en la encíclica "Ecclesia de Eucharistía": "
A nadie está permitido infravalorar el Misterio confiado a nuestras manos:
éste es demasido grande para que alguien pueda permitirse
tratarlo a su arbitrio personal,
lo que no respetaría ni su carácter sagrado ni su dimensión universal."
¿Que tanto amamos a Nuestro Señor?
¿Realmente valoramos la Eucarístia?
¿Los sacerdotes celebran devotamente la Santa Misa?
¿Los fieles asisten con verdadera devoción a ella?
el Señor nos interroga con dolor por medio de la lirugia de la Iglesia:
"Popule meus, quid feci tibi? Aut in quo contristavi te?
Responde, mihi.
Ego te pavi manna per desertum: et tu me cecidisti alapis et flagellis."
(Pueblo mío! que te hice?
En que te he ofendido? Respóndeme.
Te alimenté con el maná en el desierto,
y tú descargaste sobre mí bofetadas y azotes)
.
Hoy mismo, Jesús nos podría interpelar.
El nos ha dado un nuevo maná como alimento,
que nos fortalece en el nuestro caminar
por el desierto de nuestras vidas:
La Eucaristía, que no viene del cielo, sino que es el Cielo.
Este alimento es el mismo Jesucristo Resucitado,
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
¡Que agradecidos deberemos estar por este grandísimo don!
Todo acto de adoración y veneración al Santísimo Sacramento,
por más solemne y sublime que pueda ser,
es poco para agradecer tanto amor.
Con quedarse en la Eucarístia,
Nuestro Señor se ha humillado más que en toda su Pasión.
¿Y como lo tratamos en el Santo Sacramento?
El siervo de Dios Juan Pablo II dice en la encíclica "Ecclesia de Eucharistía": "
A nadie está permitido infravalorar el Misterio confiado a nuestras manos:
éste es demasido grande para que alguien pueda permitirse
tratarlo a su arbitrio personal,
lo que no respetaría ni su carácter sagrado ni su dimensión universal."
¿Que tanto amamos a Nuestro Señor?
¿Realmente valoramos la Eucarístia?
¿Los sacerdotes celebran devotamente la Santa Misa?
¿Los fieles asisten con verdadera devoción a ella?