¿Qué diremos, pues?
¿La ley es pecado?
De ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado
sino por la ley;
porque tampoco conociera la codicia,
si la ley no dijera: No codiciarás.
Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento,
produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto.
Y yo sin la ley vivía en un tiempo;
pero venido el mandamiento,
el pecado revivió y yo morí.
Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida,
a mí me resultó para muerte
porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento,
me engañó,
y por él me mató.
De manera que la ley a la verdad es santa,
y el mandamiento santo, justo y bueno.
¿Luego lo que es bueno,
vino a ser muerte para mí?
De ninguna manera; sino que el pecado,
para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte
por medio de lo que es bueno,
a fin de que por el mandamiento
el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
Porque sabemos que la ley es espiritual;
mas yo soy carnal,
vendido al pecado.
Porque lo que hago,
no lo entiendo;
pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco,
eso hago.
Y si lo que no quiero,
esto hago,
apruebo que la ley es buena.
De manera que ya no soy yo quien hace aquello,
sino el pecado que mora en mí.
Y yo sé que en mí,
esto es, en mi carne,
no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo
Porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero,
eso hago.
Y si hago lo que no quiero,
ya no lo hago yo,
sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley:
que el mal está en mí.
Porque según el hombre interior,
me deleito en la ley de Dios;
pero veo otra ley en mis miembros,
que se rebela contra la ley de mi mente,
y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte ?
Gracias doy a Dios,
por Jesucristo Señor nuestro.
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
Romanos 7,7-25
¿La ley es pecado?
De ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado
sino por la ley;
porque tampoco conociera la codicia,
si la ley no dijera: No codiciarás.
Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento,
produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto.
Y yo sin la ley vivía en un tiempo;
pero venido el mandamiento,
el pecado revivió y yo morí.
Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida,
a mí me resultó para muerte
porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento,
me engañó,
y por él me mató.
De manera que la ley a la verdad es santa,
y el mandamiento santo, justo y bueno.
¿Luego lo que es bueno,
vino a ser muerte para mí?
De ninguna manera; sino que el pecado,
para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte
por medio de lo que es bueno,
a fin de que por el mandamiento
el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
Porque sabemos que la ley es espiritual;
mas yo soy carnal,
vendido al pecado.
Porque lo que hago,
no lo entiendo;
pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco,
eso hago.
Y si lo que no quiero,
esto hago,
apruebo que la ley es buena.
De manera que ya no soy yo quien hace aquello,
sino el pecado que mora en mí.
Y yo sé que en mí,
esto es, en mi carne,
no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo
Porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero,
eso hago.
Y si hago lo que no quiero,
ya no lo hago yo,
sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley:
que el mal está en mí.
Porque según el hombre interior,
me deleito en la ley de Dios;
pero veo otra ley en mis miembros,
que se rebela contra la ley de mi mente,
y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte ?
Gracias doy a Dios,
por Jesucristo Señor nuestro.
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
Romanos 7,7-25