¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones,
las cuales combaten en vuestros miembros?
Codiciáis, y no tenéis;
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar;
combatís y lucháis,
pero no tenéis lo que deseáis, porque no piden.
Piden, y no reciben,
porque piden mal,
para gastar en vuestros deleites.
¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo,
se constituye enemigo de Dios.
¿O pensáis que la Escritura dice en vano:
El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros
nos anhela celosamente?
Pero él da mayor gracia. Por esto dice:
Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes.
Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios,
y él se acercará a vosotros.
Pecadores, limpiad las manos;
y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones.
Afligíos, y lamentad, y llorad.
Vuestra risa se convierta en lloro,
y vuestro gozo en tristeza.
Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.
El que murmura del hermano y juzga a su hermano,
murmura de la ley y juzga a la ley;
pero si tú juzgas a la ley,
no eres hacedor de la ley,
sino juez.
Uno solo es el dador de la ley,
que puede salvar y perder;
pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Santiago 4,1-12
¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno?
Para su propio señor estára en pie, o caerà;
pero estará firme,
porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
Uno hace diferencia entre día y día;
otro juzga iguales todos los días.
Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.
El que hace caso del día, lo hace para el Señor;
y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace.
El que come, para el Señor come,
porque da gracias a Dios;
y el que no come, para el Señor no come,
y da gracias a Dios.
Porque ninguno de nosotros vive para sí,
y ninguno muere para sí.
Pues si vivimos, para el Señor vivimos;
y si morimos, para el Señor morimos.
Así pues, sea que vivamos, o que muramos,
del Señor somos.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir,
para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros,
sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.
Romanos 14,4-13
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos.
El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida;
y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
En esto hemos conocido el amor,
en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Pero el que tiene bienes de este mundo
y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él?
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino en hechos y en verdad.
Y en esto conocemos que somos de la verdad,
y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
pues si nuestro corazón nos reprende,
mayor que nuestro corazón es Dios,
y él sabe todas las cosas.
Amados, si nuestro corazón no nos reprende,
confianza tenemos en Dios;
y cualquiera cosa que pidiéremos
la recibiremos de él,
porque guardamos sus mandamientos,
y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Y este es su mandamiento:
Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
El que guarda sus mandamientos, permanece en Dios,
y Dios permanece en él.
1a Juan 3,14-24
Es necesaria la paciencia,
para que habiendo hecho la voluntad de Dios,
obtengáis la promesa.
"Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por fe;
pero si retrocediere, ya no agradará a mi alma."
Nosotros no somos de los que retroceden para perdición,
sino de los que tienen fe para salvación del alma.
Hebreos 10,36-39
Vosotros también, por esto mismo
añadid a vuestra fe, virtud;
a la virtud, conocimiento;
al conocimiento, dominio propio;
al dominio propio, paciencia;
a la paciencia, piedad;
a la piedad, afecto fraternal;
y al afecto fraternal, amor.
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan,
no os dejarán estar ociosos ni sin fruto
en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego,
pues ha olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección;
porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
2a Pedro 1,5-11
¿No es de vuestras pasiones,
las cuales combaten en vuestros miembros?
Codiciáis, y no tenéis;
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar;
combatís y lucháis,
pero no tenéis lo que deseáis, porque no piden.
Piden, y no reciben,
porque piden mal,
para gastar en vuestros deleites.
¡Oh almas adúlteras!
¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo,
se constituye enemigo de Dios.
¿O pensáis que la Escritura dice en vano:
El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros
nos anhela celosamente?
Pero él da mayor gracia. Por esto dice:
Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes.
Someteos, pues, a Dios;
resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios,
y él se acercará a vosotros.
Pecadores, limpiad las manos;
y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones.
Afligíos, y lamentad, y llorad.
Vuestra risa se convierta en lloro,
y vuestro gozo en tristeza.
Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.
El que murmura del hermano y juzga a su hermano,
murmura de la ley y juzga a la ley;
pero si tú juzgas a la ley,
no eres hacedor de la ley,
sino juez.
Uno solo es el dador de la ley,
que puede salvar y perder;
pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Santiago 4,1-12
¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno?
Para su propio señor estára en pie, o caerà;
pero estará firme,
porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
Uno hace diferencia entre día y día;
otro juzga iguales todos los días.
Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.
El que hace caso del día, lo hace para el Señor;
y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace.
El que come, para el Señor come,
porque da gracias a Dios;
y el que no come, para el Señor no come,
y da gracias a Dios.
Porque ninguno de nosotros vive para sí,
y ninguno muere para sí.
Pues si vivimos, para el Señor vivimos;
y si morimos, para el Señor morimos.
Así pues, sea que vivamos, o que muramos,
del Señor somos.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir,
para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros,
sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.
Romanos 14,4-13
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos.
El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida;
y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
En esto hemos conocido el amor,
en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Pero el que tiene bienes de este mundo
y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él?
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino en hechos y en verdad.
Y en esto conocemos que somos de la verdad,
y aseguraremos nuestros corazones delante de él;
pues si nuestro corazón nos reprende,
mayor que nuestro corazón es Dios,
y él sabe todas las cosas.
Amados, si nuestro corazón no nos reprende,
confianza tenemos en Dios;
y cualquiera cosa que pidiéremos
la recibiremos de él,
porque guardamos sus mandamientos,
y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Y este es su mandamiento:
Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
El que guarda sus mandamientos, permanece en Dios,
y Dios permanece en él.
1a Juan 3,14-24
Es necesaria la paciencia,
para que habiendo hecho la voluntad de Dios,
obtengáis la promesa.
"Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por fe;
pero si retrocediere, ya no agradará a mi alma."
Nosotros no somos de los que retroceden para perdición,
sino de los que tienen fe para salvación del alma.
Hebreos 10,36-39
Vosotros también, por esto mismo
añadid a vuestra fe, virtud;
a la virtud, conocimiento;
al conocimiento, dominio propio;
al dominio propio, paciencia;
a la paciencia, piedad;
a la piedad, afecto fraternal;
y al afecto fraternal, amor.
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan,
no os dejarán estar ociosos ni sin fruto
en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego,
pues ha olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
Por lo cual, hermanos,
tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección;
porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.
2a Pedro 1,5-11