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Las tesis de Lutero

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1Las tesis de Lutero Empty Las tesis de Lutero Sáb Feb 14, 2009 4:23 pm

Vela


Admin

El presente comentario fue escrito para un hermano evangélico que festejaba el nacimiento de Martín Lutero, lo consideraba como el acontecimiento MÁS importante desde los tiempos de la Iglesia primitiva. Mi comentario trata si realmente existió el “gesto” de las 95 tesis colocadas por el doctor Martín Lutero en la catedral de Wittenberg.

En principio Lutero, un hombre vigoroso y una personalidad como la de san Ignacio de Loyola, sólo que aquél dejó la Iglesia, y éste la defendió.
Lutero, el genio alemán hecho carne, el fraile agustino a quien la historia designa como el reformador, porque aspiró a reformar radicalmente la Iglesia de su tiempo, desencadenando en el mundo una revolución cuyos efectos perduran y son patentes hasta el día de hoy.

Mi opinión personal es: este hijo de Sajonia, apegado íntimamente a su país y pregonero de un mensaje universal, superador de fronteras; predicador de la angustia desesperada y al mismo tiempo anunciador de la interna consolación por la fe; abogado de la absoluta libertad evangélica y, juntamente de la inanidad del libre albedrío y de las obras humanas en orden a la salvación; doctor de intuiciones religiosas tan profundas como unilaterales y tan vivamente sentidas que, al darles expresión, las sacaba de quicio; teólogo popular y sublime, prisionero de la palabra divina, pero a la par desasido y suelto por su interpretación personal, muchas veces subjetiva y arbitraria, de la divina Escritura, a la que al mismo tiempo recortó y depauperó; hombre religioso que, viviendo la religión cristiana más trágicamente que nadie, no se dio cuenta de que tendía a secularizarla, porque, al emanciparse de la jerarquía y del magisterio para depender solamente de Dios, caía en un individualismo humano demasiado humano, expuesto a la anarquía doctrinal, a las ilusiones seudo místicas y a la idolatría de aquella razón por él tan odiada. En suma, de Lutero puede afirmarse que era esto, y eso, y aquello, y también lo contrario. Todos los calificativos son verdaderos y falsos, si se toman en absoluto.

Las 95 tesis, ¿realmente existieron?
Todos los historiadores hasta el día de hoy han venido repitiendo que el 31 de Octubre de 1517, a eso del mediodía, Fray Martín Lutero profesor de teología, fijó en las puertas de la catedral de Wittenberg las 95 tesis sobre las indulgencias.
Tal acontecimiento, en el que tantas veces se quiso simbolizar el principio de la revolución religiosa, de la protesta contra el Papa de Roma, como si el martillazo del doctor Lutero clavando sus tesis en la puerta de la iglesia del castillos significaría el derrumbamiento de la iglesia medieval, hay que relegarlo al campo de las leyendas.

NADIE mencionó tal suceso mientras vivió Lutero. Fue Melanthon el primero en afirmarlo en el PREFACIO que puso al volumen segundo de las obras del reformador. De dónde sacó esa noticia, no lo sé, ni él aduce fuente alguna. En 1517 se hallaba Melanthon en Tubinga, y, por tanto, no fue testigo presencial del hecho.

Pudo suceder que, leyendo las 95 tesis ya impresas y divulgadas por todo el mundo, y viendo en su encabezamiento la intención explicita de Lutero de defenderlas en público, se imaginó que se trataba de una de aquellas disputas académicas que se anunciaban fijando un cartel en la puerta de las iglesias de la ciudad.



Lo que sabemos de cierto por confesión del propio Lutero es que la disputa no tuvo lugar, porque no se presentó ninguno de los doctos a quienes se dirigía la invitación. ¿Cómo así? En caso que Lutero hubiera querido tener una disputa en la Universidad, no hubiera encontrado dificultad alguna. Si en nuestro caso no se determinó la fecha ni los nombres del arguyente y del dependiente, fue porque aquella disputa no era del tipo de las otras. El deseo del doctor era de conferir de palabra o por escrito con algunos teólogos de dentro y fuera de Wittenberg; pero ni los de casa ni los extraños se enteraron de las 95 tesis hasta muchos días después del 31 de octubre.

¿No es todo esto un poco raro y extraño en la teoría de la afición pública? La cosa se aclara pensando que no se trataba de una disputa oral dentro de un recinto universitario, sino de una discusión –principalmente por escrito- con las personas doctas que quisiesen intervenir. Tal disputa no había que anunciarla en las puertas de la catedral.

Si uno consulta a las fuentes más antiguas, vemos que ninguno de los cronistas de la época hacen alusión de haber sido expuestas en la puerta del templo. Los que se empeñan en defender la fijación y exposición pública de las tesis, tiene que admitir por lo menos que no eran tesis impresas, como pedía la costumbre, sino manuscritas, porque se ha demostrado que hasta fines de diciembre no se imprimió ninguna copia de las mismas, y aun entonces no por voluntad de su autor, sino por maniobras de sus amigos.

¿Y qué dice el propio Lutero? En ningún pasaje de sus escritos y cartas – y eso que en muchas ocasiones hace referencia a sus primeros ataques contra la predicación de las indulgencias – se halla el menor indicio del cartel o pliego fijado a las puertas del templo. Los primeros días, después de redactadas las tesis, no quiso comunicarlas a sus amigos. Tal vez el primero a quien se las envió fue a Fray Juan Lang de Erfurt.
Dice Lutero: “Otra vez te envió paradojas…lo único que deseo saber de ti y de esos teólogos es vuestro parecer sobre estas conclusiones”. Si le pide que le señale los posibles errores, parece indicar que no las ha publicado todavía; y esto lo escribe el 11 de noviembre de 1517.

No sabemos cómo alguno rumores de las mismas llegó a oídos del príncipe Federico y de sus consejeros. Uno de ellos, Jorge Spalatino, escribió a Lutero en Noviembre, manifestándole la extrañeza de que ninguno de los cortesanos tuviese noticia de tales tesis, a lo que respondió Lutero: “No quise que llegaran a oídos de nuestro príncipe ni de alguno de sus cortesanos antes que a los (obispos) que podían creerse criticados en ellas”.

Ahora bien, si estaban colocadas en la catedral, lo hubieran conocido Federico y sus cortesanos. Lutero se atrevió a comunicar sus tesis, en la intimidad a algunos amigos, más o menos para que las diesen a la imprenta.
Parece que hay que creer a Lutero cuando repite una y otra vez que no deseaba se divulgasen por el momento aquellas tesis. Y si esto es así, ¿cómo las iba a colocar en la puerta de un templo donde había muchísima gente, en el día de mayor afluencia de gentes venidas de todas partes?

Hay que recordar que la iglesia de Wittenberg, estaba enriquecida con infinitas reliquias de mártires, confesores, vírgenes etc., estaba dedicada a Todos los santos, y por eso se celebraba el 1 de Noviembre su fiesta principal, que empezaba con las vísperas (lecturas de los salmos) solemnes el día 31 de octubre.
Al toque festivo de las campanas, el pueblo en masa acudía a venerar a los santos en sus reliquias, a confesarse, a oír misa y comulgar y a ganar indulgencias papales condicionadas a aquellos actos de culto. En la hipótesis de que Lutero hubiera clavado allí sus tesis contrarias a las indulgencias, el escándalo hubiese sido ruidoso y el hecho audaz se hubiera grabado en la memoria de todos los presentes. ¿Por qué nadie se acordó nunca? No existe ningún texto o comentario acerca de este “gran acontecimiento”.
Pero, una cosa sí es cierta e innegable: el 31 de octubre, Lutero, muy molesto por la predicación de Tetzel (acerca de las indulgencias), escribió una carta de protestas al arzobispo de Maguncia y de Magdeburgo, enviándole al mismo tiempo una copia manuscrita de las tesis. Nada de revolucionario tuvo ese gesto; pero como fue el inicio de la “protesta”, es natural que los protestantes lo conmemoren anualmente.

Ahora, examinemos de cerca estas famosas “tesis” luteranas, de las que se podría decir, que ni eran 95, puesto que en el manuscrito no estaban enumeradas, ni eran tesis, porque no tenían formulación propia de tesis académicas. ¿Quién llamaría tesis a las simples interrogaciones retóricas, como son los números 82-89,92 y 93? A muchas de ellas, ¿no las definió el teólogo protestante Paul Wernle “asombrosamente católicas?”. Aunque el manuscrito original de las tesis no llevaba numeración alguna, seguiré hablando de 95 para mejor entendernos. La numeración –muy mal hecha por cierto – no se debe al autor (Lutero), sino a los primeros tipógrafos, que a fines de 1517 las imprimieron casi contemporáneamente en Nuremberg, en Leipzig y en Basilea conforme a copias manuscritas suministradas no por Lutero, sino por algunos de sus amigos.

Muchas de sus 95 tesis son perfectamente ortodoxas (católicas), y admiten un sentido rectamente católico, y eran defendidas por los mejores teólogos de su tiempo.

El mérito principal de las 95 tesis reside en la protesta contra un concepto popular, demasiado externo, de la penitencia cristiana. Más que tesis, parecen frases arrancadas de un sermón, de un discurso polémico, de una persona ardiente llena de repeticiones, sin método científico, sin claridad ni precisión. Las 95 tesis, aunque contenían elementos explosivos, tardaron más de dos meses en explotar, en parte por el deseo de Lutero de no divulgarlas, y quizá también porque en ellas se procuraba disimular el aspecto revolucionario, respetando al menos de palabra la autoridad del Papa.

Y para concluir, un luterano critico e independiente como Carlos Augusto Meissenger se pregunta: “¿De dónde le viene tan improviso al piadosos monje, al apasionado escrutador de la Biblia, al profesor infatigablemente fiel, este endiablado gusto por las antitesis agudas como cuchillos, los maliciosos juegos de palabras y los bruscos cambios de máscara? ¿Cómo un hombre alejado del mundo llega repentinamente a un conocimiento cabal y tan siniestro de los instintos de las muchedumbres? Uno de los mayores polemistas de la literatura mundial se descubre a si mismo. Se descubre a medias; sólo en los escritos alemanes de los próximos años mostrarán sus armas toda su terribilidad. Pero es a un sabio de la ciencia divina a quien se le han dado esos tremendos talentos. En las narraciones ordinarias de los protestantes suele leerse que Lutero se atiene todavía a las ideas tradicionales sobre las indulgencias, esforzándose todo lo posible por salvarlas fundamentalmente. Quien así entiende las tesis comete un ingenuo error, y los historiadores no deben ser ingenuos. Todos los esfuerzos que parece hacer Lutero en esa dirección no son más que una finísima treta de polemista. El objetivo que las tesis persiguen es, el de aniquilar las indulgencias. A la Iglesia le faltaba un santo. Los santos reaparecen cuando haya pasado la tormenta. Quizá era necesaria la purificación del aire por el furor de los elementos para que aquellos aparecieran de nuevo. ¿Podría haber sido Lutero el santo que se echaba de menos si hubiese logrado domar los aspectos demoníacos de su ser, que acaso tiene que existir en todo hombre grande? Sería aventurado y de todos modos ociosos hacer tal pregunta” ( K.A. Meissenger: El catolicismo de Lutero”. Página 154-155)

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